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6 jun 2014


MUNDO LABORAL


Conocí a María una tarde de sábado, por su apariencia bien podía pasar desapercibida, pero sus ojos, serenos y limpios, me llamaron la atención. Había algo en ellos que no supe definir, pero con el tiempo he llegado a descifrar.  
Muchas tardes, de camino a casa, la veía en el parque con dos niños preciosos, en aquel momento y debido a su juventud, no me plateé la posibilidad que pudieran ser sus hijos.  
Al principio sólo cruzamos el típico y mecánico saludo fruto de la cortesía, con el tiempo surgió ese "¡Hola!" espontáneo que todos practicamos,  me sorprendió una tarde con su amplia sonrisa...la primera de una larga lista.  
Un buen día desapareció del parque y de mis solitarios regresos a un hogar en el que nadie me esperaba, ni siquiera Odín, mi precioso gato, al que una moto conducida por un niñato quinceañero, había segado su séptima vida.   
Me acostumbré a otear el paisaje en busca de aquella carita de niña  frágil,  de su preciosa sonrisa que cada atardecer me proporcionaba un instante de luz en el monótono espejo de mi cotidianeidad.
Una tarde aciaga, en la que iba sumida en mis múltiples cavilaciones, el grito de un niño me hizo alzar la vista y allí estaba ella, sentada en un banco, con la cabeza gacha y el rostro sombrío. Crucé la calle para cerciorarme, era María, recostada en el banco y con la mano sobre el vientre. Me senté junto a ella, sin hablar, esperando a que ella tomara la palabra, o simplemente se sintiera acompañada. Con un hilo de voz pronunció dos frases "estoy  embarazada", "me han despedido" . Me habló de su marido, de sus hijos, de su gran secreto: "las tardes de los Miércoles". Los Miércoles", aprovechando que los niños comían con las abuelas, ella hacía la compra semanal. Se alejaba despacio, con el carrito en la mano y en la mente sus hijos. Y esperaba paciente en la puerta de Caritas, agradecida, se marchaba pensando en sus hijos.
Entonces comprendí que el fulgor de sus ojos, a pesar de sus precarias circunstancias era de felicidad. Me sentí minúscula, tenía una trabajo, una casa, algunos ahorros...Aparqué mi parca sonrisa y agradecí haberla conocido.


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